El sábado pasado se casaron Felipe e Inés. La homilía de Nelson, el presbítero, fue preciosa y me recordó las homilías sobre el sacramento del matrimonio que han dejado huella en mí, especialmente la nuestra.
A mí, que desde muy pequeña he presumido de 'saber compartir', me viene muy bien que me recuerden que en el matrimonio somos uno, y todo es nuestro. Me viene bien porque en las discusiones cotidianas emerge mi yo más egoísta y todo empieza a ser tuyo/mío...
Búscala, yo no sé dónde has dejado TU cartera.
Cariño, voy a utilizar TU ordenador porque MI portátil va más lento.
¡Hay que ver lo llorica que está hoy TU hijo!
...y un largo etcétera.
Y es que, por desgracia, mi avidez de justicia me surge hasta en el amor, y por ello manifiesto un amor de justicia 'Lo tuyo es tuyo y lo mío es mío'. Y esto, aunque lo parezca, no es mejor que el amor egoísta 'Lo tuyo es mío y lo mío es mío', que son los dos tipos de amores que más abundan en nuestra sociedad. En cambio el matrimonio es más, mediante el sacramento del matrimonio se envía sobre los nuevos esposos la gracia del Espíritu Santo para que brote el amor verdadero, el amor sacramental en el cual 'Lo tuyo es tuyo y lo mío es tuyo'. Porque, como decía el presbítero, en el matrimonio yo no soy yo, ¡soy tú! y todo lo mío es nuestro.
A buenas horas estoy descubriendo tu blog!me encantaaaaaaa!Lo q no sé es como no tener q escribirte como anónima.. Vero
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